Área 51 by Annie Jacobsen

Área 51 by Annie Jacobsen

autor:Annie Jacobsen [Jacobsen, Annie]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Divulgación, Historia, Tecnología, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 2011-01-01T00:00:00+00:00


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TEATRO EN EL DESIERTO

Antes de convertirse en presidente de los Estados Unidos de América, a Lyndon Baines Johnson le gustaba conducir por las zonas rurales de Texas con su descapotable Lincoln Continental con el capó descubierto. Según su biógrafo Randall B. Woods, a Johnson también le gustaba dejar un rifle cargado en el asiento del acompañante, lo cual le permitía detenerse y disparar a los venados con cierta facilidad. La noche del 4 de octubre de 1957, el entonces senador estaba agasajando a un grupo de entusiastas cazadores en su retiro de campo, en el comedor de su pabellón de caza con aire acondicionado y paredes de cristal de doce metros de largo que Johnson llamaba su «torre del ciervo»[1]. En el perímetro de la guarida había unos potentes faros que podían activarse con un simple interruptor, cegando así a los ciervos despistados que se acercaban a pastar, lo cual facilitaba su caza.

Era una noche importante para Johnson, una que marcaría el resto de su vida por un sendero muy determinado. El 4 de octubre de 1957 fue la noche en la que los rusos lanzaron el Sputnik, y el senador se embarcó en una exuberante cruzada anticomunista. Esa misma noche, después de que los invitados volvieran a casa y la cuadrilla de camareros negros acabara de limpiar, Johnson se retiró a su dormitorio con una convicción renovada. «Que me cuelguen si me quedo dormido a la luz de una Luna roja»[2], le comentó a su esposa, la primera dama.

Por aquel entonces, Lyndon Johnson no era un senador cualquiera. Era el líder de la mayoría demócrata, lo cual le convertía en el legislador más poderoso de Estados Unidos. Pocas horas después del lanzamiento del Sputnik, Johnson aprovechó ese momento de la Luna roja para obtener un rédito político. Los rusos eran una amenaza para la existencia de América, declaró: «En breve arrojarán bombas contra nosotros desde el espacio, como si fueran niños lanzando piedras a los coches desde los puentes de las autopistas»[3].

Para muchos americanos, la reacción de Johnson era más fácil de comprender que la respuesta aparentemente silenciosa del presidente Eisenhower. Antes de ser presidente, Eisenhower había sido soldado de carrera. Era un general de cinco estrellas. Como antiguo comandante de las Fuerzas Aliadas en Europa durante la Segunda Guerra Mundial, Eisenhower se había enfrentado a numerosas amenazas de muerte. Había dirigido la invasión de Normandía y fue comandante de los Aliados en la última gran ofensiva alemana, la batalla de las Ardenas, lo cual quería decir que él y sus hombres disparaban mucho más que los cazadores de ciervos cegados. En octubre de 1957, creyó que el satélite ruso Sputnik de ochenta y tres kilogramos de peso no era motivo de pánico ni alarma[4].

Pero la nación lo veía de forma muy distinta. Según el consenso público, el Sputnik sí era motivo de grave preocupación. El orbe tenía un aspecto amenazador y siniestro, un portento visual de que se avecinaba algo peor procedente de los cielos, y un cuatro por ciento de los norteamericanos decía haber visto el Sputnik con sus propios ojos.



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